2020/05/29

Aquagym sobre las aguas

¿En serio María?

       Jesús estaba desnudo delante de su mayor adversario, la batalla que tanto había temido. Su archinémesis era un bañador tipo "slip" que, hacía unos años, le habría quedado perfecto. Pero el tiempo en el sofá y las cervezas habían hecho de su cuerpo algo fofo. Pese a ello seguía estando divino, lo sabía él y su esposa, María Magdalena.

       Ponerse ese bañador si era todo un milagro y no convertir el agua en vino. Su cuerpo peludo de mesías apenas entraba en ese diámetro. Apretó la barriga y mientras subía el bañador rezaba para que no se rompiera por algún lado.

       ¡Ya! Se miró en el espejo y parecía un muñeco articulable. Sus muslos peludos de nazareno terminaban en una pequeña circunferencia por la que, se supone, tenía que pasar sus piernas. Pero el estómago, colgando por encima del bañador, parecía un muffin.

       Algo avergonzado salió del probador hacía la piscina del gimnasio. Su mujer parecía tan perfecta y él... Con esa tripa... Tendría que haberse descuidado menos o haber tomado menos alcohol. Cierto que en estas últimas décadas ya no había hecho tanto ejercicio. Pero claro, ya no corrían delante de policías enfadadizos ni ponían flores en las bocas de los rifles.

       - Ves como un poco de ejercicio no te iba a matar - la mujer miró el culito apretado de su marido le dio una palmada en las nalgas - Aunque igual tendremos que ir a comprar un nuevo bañador.

       - Esto es peor que una hambruna - protestó mientras bajaban a la piscina, o al menos eso intentaba.

       - ¡Deja de hacer el tonto! - protestó María ya con el agua por la cintura.

       - Si es que tienes unas ideas - dijo mientras andaba sobre las aguas clorificadas - Tu ya sabías que no puedo sumergirme.


***


       Ya de vuelta a casa su mujer estaba más relajada y aprovechaba para mirarse en el retrovisor. El cloro del pelo contrarrestaba los olores del coche y las maletas húmedas del gimnasio. Mientras Jesús conducía su monovolumen, lleno de pelos de perro y pañales para sus recién nacidos, miró a su mujer por el rabillo del ojo.

       - María...

       - No déjame hablar a mí - perdió el interés en mirar sus arrugas, que tendría que tapar con maquillaje al llegar a casa - Se que tu nuevo trabajo no te gusta. Tu quieres salvar al mundo, te crees una especie de "superman", pero ahora el mundo lo gobiernan corporaciones. Ya no puedes hacer nada para cuidar de los humanos, ¿por qué no te centras en cuidar de nuestros hijos?

       - Si, y cuido de ellos - respondió dando el intermitente - El problema es que...

       - ¿Que cuidas de ellos? - se rió sin alegría - ¡Pero si no te he visto cambiar ni un solo pañal!

       - De verdad que no quiero discutir - cambió la marcha sin mirar la palanca con su divina mano - Entiende que me deprime no poder luchar contra el cambio climático, la contaminación o las injusticias.

       - Si te entiendo, se que te frustra y te quedas en el sofá abatido. Pero como no te alistes con los de Greenpeace... - bromeó volviendo a mirar sus imperfecciones faciales - Pero si vienes conmigo al gimnasio se te pasará esa depresión.

       - ¡Eso es!

       - Lo ves - la mujer sonrió y le dio un beso en la mejilla - Así quiero a mi amorcito, de buen humor. ¿Vendrás conmigo al gimnasio más veces?

       - No, es eso. ¡Me voy a unir a los de Greenpeace!

       - ¡No! - la mujer había pasado de estar despreocupada a tener toda la cara llena de tensión, esto iba a ser horrible para su cutis - ¡No serás capaz!

       - Claro que sí - sin darse cuenta estaba ensimismado con la idea - Podría unirme y montar en su barco, se que pagan un dinero por ayudarles.

       - No, no, no - la mujer estaba arrepintiéndose de haberle convencido para tener hijos - No puedes dejarme con tu madre y los niños.

       - No os dejaría - inconsciente, Jesús, creía en un mundo idílico - Iríamos todos en el barco.

       - Ahora tenemos una casa, ya no vivimos en una furgoneta volkswagen - intentaba hacerlo entrar en razón - ¿Me vas a decir cómo vamos a pagar la hipoteca?

       - Con lo que nos pague Greenpeace podríamos pagar la hipoteca y estaríamos salvando al mundo - el melenudo conducía el monovolumen entusiasmado - ¿No sería maravilloso?

       - Pues no - María estaba harta de que su marido viviera en su propia fantasía - Y te prohíbo que te unas a ninguna actividad de esos ecologistas.

       - Esta bien....


***


       Dos días después:

       - ¡Te había prohibido alistarte con esa gente!

       - Te equivocas - la corrigió su marido - Son de una asociación laica que se encarga de cavar pozos en áfrica. ¡Y nos pagan los billetes!

       - Pero... Pero...

       - Ahora ya no podrás decir que no te llevo de viaje - le recordó dándole un chaleco marrón claro - Póntelo mientras hacemos las maletas.

       - Jesús... - se lamentó sin fuerzas.


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